
La actriz se pone en la piel de Molly Kochan, una mujer diagnosticada de cáncer de mama metastásico en estadio 4 tras haberse recuperado años antes. Molly que admite su final, da un giro a su vida y deja a su marido tras 15 años de matrimonio para experimentar todo aquello que sexualmente nunca pudo hacer.
Aunque pueda parecer un guion muy ficticio, la realidad siempre supera a la ficción y todo está basado en hecho reales. La Molly Kochan real, grabó un podcast junto con su amiga Nikki Boyer para relatar su vivencia con el cáncer donde relata todas aquellas anécdotas que le sucedían en su etapa de descubrimiento.
La miniserie, que busca reflejar la vida de Molly y el como se puede aceptar la muerte y seguir disfrutando de la vida, ha sido el gran éxito de esta temporada en cuanto miniseries, sobre todo por ese toque de comedia ácida y desesperadamente sexual que embauca cada episodio mientras la protagonista lucha contra el cáncer en un recorrido que vemos en cada uno de sus ocho episodios, desde que le comunican el diagnóstico hasta los estadios finales de la enfermedad.
Una serie que te hace tanto reír como llorar, refleja al fin y al cabo el ritmo de la vida, momentos en los que se disfruta y momentos en los que se sufre y se ve la cara más dura de la vida. Un viaje de ocho episodios que ayuda también al espectador a entender un poco la vida y a saber que a todos nos pasan desgracias de las que siempre tenemos que sacar el lado positivo.
Un guion ágil, directo y de base cómica con un juego de luces más tradicional que, comparándolo con Disclaimer, da más realidad y cercanía a la historia. Un reparto estelar que hace disfrutar de cada momento, una Michelle Williams que brilla por sí sola y que perfectamente podría haber sido la única actriz de la serie, aunque cierto es que la compañía de Jenny Slate en el papel de Nikki hace que la serie sea mucho más cómica, reflejando las dos caras de la moneda: Molly, la amiga algo más sensata y recatada y Nikki, la amiga loca con una vis cómica muy buena. Además tengo que destacar el papel de la veterna Sissy Spacek como la madre de Molly, un papel que te rompe, ver a una madre sufrir porque sabe que tiene que despedirse de su hija y no porque ella se vaya, si no porque su hija se va para siempre.
Sin duda una serie que ayuda a ver el cáncer de otra forma, con la que se reafirma el hecho de que, aunque pasen cosas malas, siempre podemos hacer algo que nos ayuden a verlas mejor.
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