The Crown, la joya de la corona de Netflix, la mano derecha de la cadena ha estrenado ya su segunda temporada, el 9 de diciembre.
Antes de este evento, como buen seriéfilo, me he visualizado la primera temporada.
Una temporada que refleja los primeros años de Isabel como reina, desde su compromiso con Felipe, Duque de Edimburgo hasta la marcha de Winston Churchill como primer ministro.
La temporada refleja la cara de Isabel que no conocía el público, una cara más cercana, una Isabel, joven, inocente, familiar. Una chica joven que se enfrenta a un mundo difícil, porque nos hemos encontrado que ser monarca no es tan fácil, y menos como lo hizo ella.
Isabel en in principio no llegaría a ser reina debido a que el hijo primogénito de Jorge V era Eduardo VIII, este se alzó con la corona en 1936, pero renunció a esta por poder casarse con Wallis Simpson, una mujer estadounidense, separada y no aceptada ni por la corona y mucho menos por el gobierno. Su renuncia convirtió al padre de Isabel en rey y a ella en princesa, hasta que en 1952, tras la repentina muerte del padre, Isabel llegó al trono.
Un trono complicado en los primeros años, superar la muerte de su padre, aprender a liderar el país teniendo en el gobierno a personajes conservadores como Winston Churchill, hacer frente al smog de 1952, afrontar el problemas de las colonias o el romance de su hermana Margarita.
La serie nos ha traído a un gran personaje, interpretado por una gran Claire Foy, quien se ha alzado como gran actriz. Además, la historia de la reina, ha conseguido realismo, con sus vestimentas, los espacios de grabación, los personajes, el realismo de los atrezzos, nos han hecho darnos cuenta de la vida tan por sorpresa y difícil que llevó Isabel.
Antes de este evento, como buen seriéfilo, me he visualizado la primera temporada.
Una temporada que refleja los primeros años de Isabel como reina, desde su compromiso con Felipe, Duque de Edimburgo hasta la marcha de Winston Churchill como primer ministro.
La temporada refleja la cara de Isabel que no conocía el público, una cara más cercana, una Isabel, joven, inocente, familiar. Una chica joven que se enfrenta a un mundo difícil, porque nos hemos encontrado que ser monarca no es tan fácil, y menos como lo hizo ella.
Isabel en in principio no llegaría a ser reina debido a que el hijo primogénito de Jorge V era Eduardo VIII, este se alzó con la corona en 1936, pero renunció a esta por poder casarse con Wallis Simpson, una mujer estadounidense, separada y no aceptada ni por la corona y mucho menos por el gobierno. Su renuncia convirtió al padre de Isabel en rey y a ella en princesa, hasta que en 1952, tras la repentina muerte del padre, Isabel llegó al trono.
Un trono complicado en los primeros años, superar la muerte de su padre, aprender a liderar el país teniendo en el gobierno a personajes conservadores como Winston Churchill, hacer frente al smog de 1952, afrontar el problemas de las colonias o el romance de su hermana Margarita.
La serie nos ha traído a un gran personaje, interpretado por una gran Claire Foy, quien se ha alzado como gran actriz. Además, la historia de la reina, ha conseguido realismo, con sus vestimentas, los espacios de grabación, los personajes, el realismo de los atrezzos, nos han hecho darnos cuenta de la vida tan por sorpresa y difícil que llevó Isabel.
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